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Shabbat:Un comentario de la Parashá Matot (Bemidbar 30:2 – 32:42)

*El valor de la palabra*

Por Manuel Konis



Bienvenido apreciado compañero en este viaje del conocimiento de nuestra Torá.
Nuevamente nos encontramos para aprender una gotas del infinito océano de sabiduría que el Eterno nos ha dado.
En nuestra parashá encontramos esta frase:
“no violará su palabra; hará conforme a todo lo que ha salido de su boca.” (Bemidbar / Números 30:3)
Puedes darte cuenta de que la Torá asigna fundamental valor al cuidado y respeto que debemos tener con aquello que sale de nuestra boca.
De acuerdo a nuestra sagrada Tradición, tanto lo que entra por la boca, como lo que sale por ella debe ser kosher.
Esto significa que los alimentos deben ser adecuados a la dieta que ha estipulado Hashem para nuestra organismo íntegro; al mismo tiempo que nuestros dichos deben ser puros, limpios de fealdad, suciedad, corrupción o mentira.
Si nos detenemos un instante a observar las crisis que ocurren en nuestro entorno, fácilmente podemos reconocer que buena parte de ellas se deben a problemas de comunicación, basadas en general en el descuido al hablar o en la desatención al escuchar.
Si la gente empleara las sencillas técnicas que constituyen la Comunicación Auténtica, ciertamente nos evitaríamos varios males, andaríamos más tranquilos, el mundo sería más agradable.
Por esto, la lección de la semana es: cuidemos lo que decimos.Si vamos a prometer algo, esforcémonos por ser fieles a nuestra palabra.
Si vamos a decir algo infame, mejor callemos.
Si tenemos un modo positivo de expresarnos, usemos esa vía en vez de la otra.
Si vamos a dar excusas, mejor dediquemos nuestras neuronas a encontrar posibilidades ciertas.
En fin, eduquemos nuestra lengua a hablar con verdad, con justicia, con bondad.
Porque ya lo ha enseñado el sabio poeta inspirado en nuestro Tanaj:
“¿Quién es el hombre que desea vida?
¿Quién anhela años para ver el bien?
Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño.
Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y síguela.”
(Tehilim / Salmos 34:13-15)
Si deseamos vida, bien, bendición, paz, armonía, luz, entonces debemos cuidar nuestra lengua del mal, debemos apartar nuestros labios del engaño. Ser constructores de shalom, con actos, con pensamiento y sí, también con palabras.
A veces una “mala palabra” puede destruir un gran edificio, pero una “buena palabra” puede salvar un universo entero.
Tengamos presente que Hashem creó el universo completo a través de la palabra, para enseñarnos el poder que tiene ésta.
Por supuesto que no tenemos el poder de Hashem, de poco o nada sirven los ensalmos y embrujos, los abracadabras mágicos. Pero, no faltan ejemplos de ocasiones en que una palabra salvó varias vidas, o su contrario.
Por tanto, aprendamos esta simple lección, pero profunda a la vez.
Hagamos caso a Hashem, quien nos dice en la Haftará de la semana:
“Y me dijo el Eterno: -He aquí, pongo Mis palabras en tu boca.” (Irmiá / Jeremías 1:9)
Tenemos nosotros también la oportunidad de tener Sus palabras en nuestra boca, para dar vida, para trae sanidad al alma, luz a la vida.
¡Hagámoslo! ¿Cómo?
Guardando nuestra lengua del mal y llenando nuestra boca con palabras de bendición, de Torá.
Antes de despedirnos, te dejo con un cuento para que reflexiones:
Dos hombres fueron condenados. La sentencia consistía en que en un día determinado, en veinte años, serían torturados lentamente hasta la muerte.
Al escuchar la sentencia, el más joven se retorció de la pena y del dolor, y a partir de ese día, cayó en una profunda depresión.
“¿Para qué vivir?” se preguntaba, “si de todas maneras van a arrebatarme la vida, y de una manera absolutamente terrible!” Desdeese día nunca fue el mismo. Cuando alguno de sus allegados, compadecido por su estado, le ofrecía apoyo para tratar de alegrarlo, respondía rencorosamente diciendo: - Claro, como tú no tienes que cargar mis penas, todo te parece fácil. En otras ocasiones también replicaba: - Tú no sabes lo que sufro, no es posible que me entiendas…Y, a veces, alegaba en voz alta:
- ¿Para qué me esfuerzo? Si de todas formas…
Y así, poco a poco, el hombre se fue encerrando en su amarga soledad y murió mucho antes de que se cumpliera el plazo de los veinte años.
El otro hombre, al escuchar la sentencia, se asustó y se impresionó, sin embargo a los pocos días resolvió que, como sus días estaban contados, los disfrutaría.
Con frecuencia afirmaba:- No voy a anticipar el dolor y el miedo empezando a sufrir desde ahora.
Otras veces decía: - Voy a agradecer con intensidad cada día que me quede.
Y, decidió disfrutar de la gente que lo rodeaba, a su compañero de sentencia sólo lo respeto en su visión de vida y se alejó de él, para tener la oportunidad de sembrar en los otros lo mejor de sí.
Cuando alguien le mencionaba su condena, respondía en broma: - Ellos me condenaron, yo no me voy a condenar sufriendo anticipadamente y, por ahora, estoy vivo. Fue así que, paulatinamente, se convirtió en un hombre sabio y sencillo, conocido por su alegría y su espíritu de servicio.
Tanto, que mucho antes de los veinte años, le fue perdonada su condena.
El hecho cierto es que la inmensa mayoría de nuestros miedos jamás se realizarán. Somos presos solamente del miedo, que nos corroe desde dentro, nos impide crecer, nos niega el gozo y la libertad.
Si dejamos de lado el miedo y con pensamientos/palabras positivos encaramos cada día, encontraremos finalmente una paz incomparable. La verdadera libertad no está en lo que haces, si no en la forma como eliges vivir lo que haces, y sólo a ti te pertenece tal facultad.
¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!
Menajem ben Peretz

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LO BASHAMAIM HI...


Cuenta el Talmud (Baba Metzia 59 b) una discusión entre Rabí Eliezer y sus
colegas. Rabí Eliezer aportó todos los argumentos posibles, mas sus colegas no se declararon convencidos. Entonces, Rabí Eliezer dijo:
“Si la Ley me concede la razón, pruébelo este algarrobo”.
Y el algarrobo se trasladó a una distancia de 60 metros, pero sus compañeros le
replicaron:
“Ninguna prueba puede aportar un algarrobo”.
Rabí Eliezer porfió:
“Si la Ley está de acuerdo con mi punto de vista, sea una prueba este arroyo”.
Y el arroyo dio media vuelta. Sin embargo, sus compañeros le dijeron:
“Un arroyo nada puede probar”.
Rabí Eliezer entonces les dijo:
“Si la Ley aprueba mi parecer, demuéstrenlo las paredes de esta Academia”. Las
paredes se hendieron y amenazaban desplomarse. Rabí Iehoshua les reprendió:
“Si quienes estudian la Ley discuten entre sí acerca de alguna regla, ¿qué os
importa?”
Y, por respeto hacia Rabí Iehoshua, las paredes no se derrumbaron, pero tampoco volvieron a su primitiva posición, por deferencia a Rabí Eliezer, y quedaron inclinadas. Finalmente, Rabí Eliezer exclamó:
“Si la Ley está de mi parte, envíenos el Cielo una prueba de ello”.
Entonces se oyó una voz celestial que decía:
“¿Por qué estáis contra Rabí Eliézer? La decisión legal siempre está de acuerdo con su opinión”.
Se levantó Rabí Iehoshua y dijo:
“La Ley no está en los cielos” (Deuteronomio XXX, 12). No atendemos, pues, a
voces celestiales,

ya que está escrito: 'Se decide acorde a la mayoría'” (Éxodo XXII, 2).
¿Qué hacía en ese momento Dios? Sonreía y decía:
“¡Me habéis vencido, hijos, me habéis vencido!”

Sinagoga Ajdut Israel // Kol 46 - IX